Varias familias refugiadas que apoyamos en Torre del Mar se acercaron al mundo de la danza clásica y compartieron movimientos y emociones durante el taller «El cisne que hay en ti» que llenó nuestra sede de Axarquía de música y risas.
El palo de lluvia va pasando de unas manos a otras. Dispuestas en círculo y a modo de presentación, cada persona dice su nombre y hace un movimiento propio con el instrumento que deja en el aire un rastro de sonido de agua. Algunas de Venezuela, otras de El Salvador… Seis adultos y tres niños. Con los pies descalzos para sentir el suelo. Preparados para bailar y ser esbeltos cisnes, como en el cuento…
En la pizarra hay escrita una versión breve del relato infantil del Patito feo que las participantes leyeron y escenificaron con sus movimientos al ritmo de música clásica y también moderna. Durante un rato, representaron el papel de patitos feos desorientados por la estancia, caminando de un lado a otro con la cabeza gacha y hombros caídos, abriendo las alas poco a poco, alargando el cuello, emprendiendo el vuelo. Uno a uno. Hasta que todos estuvieron erguidos.
«Ya soy un cisne», dijo una de las mujeres estirando los brazos muy arriba.
Para el «calentamiento» y formando una rueda, unos se apoyaron en los otros para hacer ejercicios, como una barra de ballet humana. Y fueron surgiendo de sus cuerpos distintas posiciones de ballet casi sin darse cuenta: «Vamos a dibujar una sonrisa con los pies», dice Clara, la bailarina que imparte el taller, y los pies se disponen abiertos, unidos solo por el talón. «Vamos a dibujar un diamante», agrega, y todas flexionan levemente las rodillas dibujando un rombo con las piernas.
«Ahora vamos a dibujar en el suelo con el pie». ¿Y qué puedo dibujar?, pregunta uno de los niños, de 7 años, trazando líneas invisibles con sus dedos pequeños. «¿Un corazón, una luna?». Para terminar, todas inclinan su cuerpo en una reverencia colectiva.
En un momento del taller, una gran tela azul sujeta en alto se convierte en un lago que atraviesan las participantes haciendo distintos movimientos mientras suena la melodía de «Aire» de Juan Sebastian Bach. Después acompañan el lenguaje de su cuerpo portando plumas de distintos colores, blancas, moradas, amarillas…que simulan alas, rozan su rostro y despiertan emociones. «Somos sensibles y fuertes», dice Clara mientras suena la melodía del Lago de los cisnes de Tchaikovski.
En otro instante todas forman una fila, muy cerca una detrás de la otra, y mueven los brazos asemejando una sola persona con múltiples extremidades. La música clásica da paso a una más moderna y ahora se baila al ritmo de Makako. Ahora es tiempo para que cada uno improvise el baile que quiera, alguno que recuerde de su país de origen o que le guste, y el resto repite a modo de espejo los movimientos de los demás.
Uno baila latino, otro rap o flamenco. Dos se arrancan a bailar en pareja y ocupan el centro de la rueda.
«Todos necesitamos trabajar las emociones con el cuerpo. El baile es bueno para expresar los sentimientos», explica Clara al final del taller, sentada con todos los cisnes.
Este taller se enmarca en el proyecto Tarhib para la Acogida e Inclusión social de personas solicitantes y beneficiarias de Protección Internacional llevada a cabo por Málaga Acoge, federada en Andalucía Acoge, y con el apoyo del Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social.
Compartimos una galería con algunos de los momentos del taller: