Por Agustín Olías.
En el voluntariado de Málaga Acoge nos encontramos con una interesante variedad de gente: jóvenes, menos jóvenes, españolas y españoles, extranjeras y extranjeros (como podéis comprobar aquí), aunque todas, personas con un deseo común: trabajar para mejorar las condiciones de las personas inmigrantes que llegan a Málaga. Hoy tengo el gusto de conocer y entrevistar a una joven voluntaria con una trayectoria vital corta pero intensa: Daniela Flores, venezolana, 26 años, voluntaria en Málaga Acoge desde febrero de 2015 y que desarrolla su actividad en el Área de Empleo de la sede de la organización en la calle Ollerías de Málaga.
“Nací en Caracas hace veintiséis años. Provengo de una familia de clase media que, curiosamente, y quizás es una razón por la que desarrollo mi voluntariado actual, es de tradición migrante. Mis padres son chileno y peruana; es más, un abuelo paterno era chino. Y, para rematar el tema, un abuelo de mi novio era un catalán que emigró a Venezuela. Estudié en la Universidad Pública Simón Bolívar, donde terminé la carrera de Arquitectura. Me gustaba mucho el tema de diseño interior, así que decidí hacer un máster en esa materia. En Venezuela no encontré nada que se ajustase a lo que yo buscaba, pero sí en Madrid. Así que me matriculé en un máster de doble titulación Diseño Interior e Info Arquitectura y en 2013 me vine a España”, resume Daniela.
– Parece que todo te iba bien en la vida: joven arquitecta estudiando un máster en Madrid. Te falta el novio.
– “¡Ja, ja…! Sí, es mi actual pareja, pero en aquel tiempo él se quedó en Caracas. Es cierto: mi vida iba bien, pero en Madrid se torció todo y viví una situación muy crítica. Quizás sepas que en Venezuela no puedes comprar dólares ni euros directamente. Tienes que pagar en bolívares al estado y él te suministra los dólares. Así hice yo, de manera que yo recibía los dólares cada cierto tiempo, según los bolívares que había pagado. Pero en un momento dado yo dejé de recibir los dólares, por razones que nadie me ha explicado y que todavía desconozco”, cuenta la joven.
No termino de entender el tema, pero bueno, mejor no incido demasiado en ello. El caso es que Daniela se encuentra en Madrid estudiando un máster y, en un momento dado, sin dinero.
“Llegué a una situación crítica, sin dinero ni para comer. Pasé cuatro meses muy duros, porque yo estaba en España como estudiante, así que no podía ponerme a trabajar legalmente. Llegó un momento en el que ya no me quedaba dinero ni para pagar al alquiler ni para comer, que suena duro, pero es así. Conocía la existencia de la Cruz Roja, así que me dirigí a ellos. Me ayudaron en lo que pudieron y me redirigieron a una parroquia donde trabajaba Cáritas. Yo estaba totalmente deprimida, muy mal y solo pensaba en cómo volver a Venezuela; me dieron de comer, las trabajadoras sociales fueron a casa a interesarse por mi estado y a ayudarme; les estaré eternamente agradecida. Esto sucedía en el verano del 2014. Gracias a ellos pude aguantar en Madrid y terminar el máster.”
– Entiendo: entre tu historial familiar de emigrantes y tu episodio en Madrid, pareces predispuesta a ayudar a las personas inmigrantes. ¿Cómo acabas en Málaga?
“Cuando terminé el máster volví a Venezuela, pero con el firme propósito de salir de allí, porque las cosas están bastante mal. Lo hablé con mi novio, que tiene doble nacionalidad (venezolana y española) y preparamos todos los papeles para volver a España. La razón de venir a Málaga fue porque aquí conocíamos a gente. Yo llegué en febrero de este año y él al mes siguiente.”
– Llegas a Málaga en febrero y en marzo ya estás trabajando como voluntaria de Málaga Acoge. Parece que lo tenías muy claro.
“Sí, lo tenía clarísimo. Sentía la necesidad de devolver parte de esa ayuda que me habían prestado durante mi crisis. Busqué ONGs en Málaga y en cuanto descubrí Málaga Acoge, supe que tenía que estar aquí, me sentí totalmente identificada con el objetivo de la organización. Gracias a mi experiencia personal, sé lo que significa recibir ayuda cuando estás en un país extraño, donde no conoces las costumbres, el papeleo ni, a veces, el idioma.”
Daniela está trabajando en la recepción de visitantes en el Área de Empleo.
– ¿Te parece interesante la actividad que desarrollas?
“Me parece muy útil mi actividad. Allí llega mucha gente necesitada, preguntando por temas muy variados: legales, trabajo, penosas situaciones de calle, desalojados de su vivienda… Hay que dirigirles al sitio adecuado para que reciban la atención que necesitan, que no estén de aquí para allá perdiendo tiempo.”
– Durante estos tres meses escasos que llevas en Málaga Acoge, ¿has vivido alguna situación que te haya afectado especialmente?
“Sí, hace unos días llegó una pareja de mujeres ucranianas. Una de ellas lleva ya tiempo en España y hacía de traductora de la otra. Ésta acababa de llegar de Ucrania y venía desesperada, asustada, porque había vivido varios meses en un refugio anti bombas, debido a los bombardeos continuos que sufría su ciudad. Se notaba en su actitud la experiencia que había vivido, lo mal que lo había pasado y el respiro que tenía de haber llegado a un sitio seguro como España. Me impresionó escuchar a la señora contar entre sollozos su trágica historia. ¡Es difícil identificarte con una persona que ha vivido algo tan terrible como una guerra si tú nunca lo has sufrido!”
– ¿Estás satisfecha de tu labor como voluntaria?
“Sí, me encanta. Me llevo muy bien con mis compañeros. Es una lástima que no tengamos más recursos para poder atender adecuadamente a la cantidad de gente que llega solicitando algún tipo de ayuda. Estamos saturados.”
– ¿Qué dirías a un posible voluntario o voluntaria?
“Que ayudar a la gente es una experiencia muy enriquecedora. Como se nos da a nosotros, debemos devolverlo. Tu tiempo es algo muy valioso y dedicar algo de ese tiempo a ayudar a los demás es un gesto de suprema solidaridad.”
– ¿Cómo ves tu futuro inmediato?
“Me lo tomo con tranquilidad pero sin descanso. Queremos, mi pareja y yo, tener regularizados todos los papeles necesarios. Y, en un futuro, poder convalidar mi título de Arquitectura. Y asentarnos en España: por ahora no pienso volver a Venezuela a vivir, las cosas están allí muy difíciles.”
Me despido de esta simpática venezolana agradeciéndole su trabajo como voluntaria y deseando que lo siga realizando durante mucho tiempo más. Me quedo con uno de sus últimos comentarios:
“Nunca pensé que yo iba a ser la necesitada; pero la vida me cambió de pronto y en un par de meses me encontré sola y sin dinero en España. Gracias a la solidaridad ajena, pude salir adelante.”
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