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Ángela no puede estar quieta. Dice que está «enganchada» a ayudar a los demás. Cuando viene a la sede de Málaga Acoge, donde le apoya nuestro equipo jurídico, siempre está atenta por si pudiera echar una mano en lo que sea a las personas que la rodean. «Hablo poco, así que escucho. Sé que puedo aportar cosas. Así como me han ayudado a mí, en lo que pueda ayudo«, afirma esta mujer colombiana, de 45 años, que llegó a Málaga en 2017 junto a su hermano, huyendo de la violencia de su país. «Me mataron a un hermanito delante de mis padres, empezaron las amenazas, así que nos tuvimos que ir».
Sonríe, el pelo liso recogido en una cola. Afuera llueve. El llegar a España fue -dice- como una «bendición» y en Málaga ha encontrado la calma necesaria para salir adelante junto a su marido y su hijo. Recientemente consiguió su nacionalidad. «Aquí hemos encontrado tranquilidad, andas por la calle y no tienes miedo».
En la ciudad colombiana de Cali trabajó trece años en una fábrica de pantalones vaqueros y nunca pensó que alguna vez se dedicaría al cuidado de personas mayores y dependientes, que es su ocupación actual. Su hermano, guardia de seguridad en su país, también trabajó cuidando a un señor mayor en pueblo malagueño de Periana hasta que éste falleció.
«Aquí he podido hacer actividades que en Colombia no hacía: allí iba cada día del trabajo a la casa y de la casa al trabajo en mi bicicleta. Con mi sueldo ayudaba a mis padres. Aquí, además de mi empleo, he creado una red de ayuda mutua entre personas que lo necesitan y sé que estoy aportando un poquito a los demás«.
Ángela trabaja en labores de limpieza en la casa de una pareja, Maida y Vivi, que son «dos ángeles espectaculares que aportan mucho a la humanidad» y de las «aprende cada día». Cuida también de familiares de Maida: La madre, con Alzheimer, que es «muy inteligente y enseña mucho». La hermana, con ELA desde joven, «una gran artista que pinta cuadros con la boca, maneja su silla ella sola con el mentón» y que le parece «todo un ejemplo de superación». También, dos días a la semana va «donde Manolo, que es ciego», a limpiar la casa en la que vive con su mujer. También cuenta que ha cuidado a personas con Síndrome de Down.
Resalta que su experiencia en el cuidado a personas con discapacidad ha supuesto todo un aprendizaje para ella y le ha hecho ser muy consciente y reivindicativa de cara a este colectivo: «Siempre que voy a un lugar y veo que no hay una rampa me pregunto qué posibilidad habría de hacerle más fácil el acceso a esas personas con movilidad reducida».
A ratos se emociona al hablar y sus ojos se aguan tras los cristales de sus gafas. Cuello vuelto negro, jersey a rayas. «Yo siempre le digo a la gente que haga las cosas con amor, que si vas a cuidar a una persona mayor lo hagan como si fueran sus padres, que no quieres que nada malo les pase. La honestidad es lo más importante», insiste. De vez en cuando se reúne con otras mujeres que trabajan en los cuidados para intercambiar experiencias, ayudarse unas a otras, y alerta sobre los casos de explotación laboral. «Una llegó llorando porque los empleadores no le ayudan con los papeles. otra me dijo que le pagaban 600 euros de interna sin permitirle descansos», denuncia.
Recordando sus comienzos en Málaga asegura que «no fue fácil» pero que es posible salir adelante, vencer la oscuridad, y que ella lo ha hecho gracias a «la luz de las personas que el destino ha ido poniendo en su camino.». Confiesa que no piensa mucho en el futuro, sino que le gusta vivir el presente, «porque estamos hoy, pero mañana no sabemos». Su marido tiene ya la residencia española, y su hijo, que va a cumplir 24 años y es ayudante de cocina, solicitó la protección internacional por motivos de género. Nuestras compañeras abogadas les están orientando en todo el papeleo.
Desde 2017 sólo ha vuelto una vez a Colombia, pero su padre y la esposa de él sí que vinieron tres meses de visita a Málaga. Normalmente no pasan dos días seguidos sin que hable con ellos cuando están separados. «Echo de menos mi país, pero la calidad de vida ha empeorado allí, hay mucha violencia, y da tristeza escuchar noticias negativas».
Cuando no está trabajando ni entregada a la ayuda a los demás, que es casi siempre, Ángela sale, lee y camina. «Cuando puedo me pongo a leer un rato, salgo, me gusta mucho caminar», apunta Ángela, que valora el «buen equipo» que forma con su marido y su hijo con los que comparte las tareas de la casa. Reconoce que se encuentran muy a gusto en Andalucía y con «la amabilidad de su gente».
«Por algo vine a Málaga, las cosas pasan para algo. En mi país trabajaba y trabajaba, pero con lo que hacía no sembraba para aportar a otras personas», valora Ángela, que considera que la acogida de Málaga Acoge ha supuesto para ella un «aprendizaje», ha conocido a personas de todas partes del mundo y ha podido establecer una colaboración mutua que le hace feliz.
El apoyo que brinda nuestro equipo jurídico a personas como Ángela se enmarca en el proyecto Información y asesoramiento a personas extranjeras y a la ciudadanía en general que llevamos cabo con el apoyo del Ayuntamiento de Málaga.
Esta entrevista forma parte de una serie especial realizada por Málaga Acoge con motivo de nuestro 35 aniversario. A través de estas historias de vida, queremos visibilizar la fuerza, la determinación y la esperanza de las personas que acompañamos cada día. Sus testimonios reflejan el valor de la diversidad y la importancia de la solidaridad para construir una sociedad más justa e inclusiva. Gracias por acompañarnos en este recorrido y por celebrar con nosotros más de tres décadas de apoyo y nuevos comienzos.
Fotos: Daniel Díaz Santana.









