Por Agustín Olías
Los grupos de alumnas y alumnos de castellano para adultos de Málaga Acoge siempre tienen a dos profesores. Bueno, no siempre: hoy Alfonso está solo frente a su alumnado porque su compañero está de baja. Una ausencia que aumenta la complejidad de manejar el grupo y el ritmo de la clase.
Son ocho las alumnas y alumnos que hoy asisten. Recuerdo, por lo original de su procedencia, a Abdullah, el joven de las Islas Comores. Excepto él y una mujer marroquí, el resto, según voy oyendo sus nombres, me da la sensación que proceden del este de Europa: Olga, Natalia, Vladislav, Igor, Alexander… Al momento de mi llegada, Alfonso se afana en enseñar el correcto uso de algunos tiempos verbales simples del verbo escribir. Para las alumnas y alumnos cuyo alfabeto materno no es el latín supone una dificultad añadida el escribir correctamente; lo cual me hace recordar mis tiempos de niñez y aprendizaje, usando los famosos cuadernillos de caligrafía Rubio.
Najma (Estrella en castellano, como ella me explica) es la única mujer marroquí en la clase de hoy. Lleva ocho años en España, está casada y es feliz madre de dos niños, de siete y cinco años. Su español es bastante bueno. Se enteró de las clases de español para adultos en los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Málaga y está muy contenta porque aprende a hablar bien español. Es una de las más avanzadas de este grupo. Su marido lleva muchos años en España y, cuando se casaron, ella vino aquí para formar una familia. Aunque en estos momentos ni ella ni su marido trabajan, Najma dice que está muy contenta aquí y no quiere volver a Marruecos, al menos por ahora.
Pasamos a los adverbios: encima, debajo, cerca, lejos… Alfonso los enseña de una manera muy gráfica alumnas como Natalia se esfuerzan en realizar los ejercicios. Ella ha llegado hace poco tiempo a España y habla poco, poquísimo español pero, como el resto de sus compañeras compatriotas, seguro que aprenderá rápido. Se las ve muy afanadas en aprender: toman continuas notas en sus cuadernos, intentan hacer todos los ejercicios, hablan entre ellas para aclarar las dudas que les surgen.
La clase llega a su fin con un último tema: instrucciones básicas para rellenar correctamente un formulario, acción que tendrán que realizar bastante a menudo en su situación actual. Se “lía parda” cuando Alfonso intenta establecer la similitud entre la forma de poner los primeros y segundos apellidos en español y en ucraniano. Será tema para la próxima clase.
Alfonso Vázquez, nuestro voluntario protagonista, es malagueño, aunque a los seis años lo llevaron a Madrid, donde cursó estudios universitarios, obteniendo el título de Derecho. Pronto consiguió un puesto como Técnico Superior de la Administración del Estado. Ha estado cuarenta y tres años, que se dice pronto, trabajando para el Estado. En cuanto pudo conseguir una plaza, volvió a Málaga, donde ha desarrollado la práctica totalidad de su carrera profesional.
¿Por qué razón Alfonso decide hacerse voluntario de Málaga Acoge? Nos lo explica: “Cuando me jubilé, hace cinco años, tenía tiempo y ganas para ayudar a los demás. Primero estuve en Madre Coraje y al cabo de un año “fiché” por Anfremar. En ambos casos estaba totalmente comprometido con la causa de las organizaciones, pero había suficientes personas voluntarias para desarrollar el trabajo y no me sentía satisfecho de la aportación que yo podía hacer. Conocí Málaga Acoge por mi hija: dar clases de español para adultos me pareció una actividad muy interesante, donde yo podía aportar mucho, así que no lo dudé y me sumé al voluntariado de la entidad. Y aquí estoy, ayudando a que estas personas aprendan español y puedan integrarse en nuestra sociedad y ayudarnos a sacarla adelante.” A Alfonso se le ve feliz cuando comprueba que las alumnas y alumnos avanzan; llevamos poco tiempo de curso, pero él nota ese ligero avance que le llena de optimismo. Una muestra de entrega de Alfonso es que da clases a dos grupos, uno por la mañana y otro por la tarde
¡Gracias Alfonso por tu trabajo y dedicación!
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