Actualizado hace 3 años – Publicado el 5 de junio de 2018
Fred* es inglés y aunque lleva dieciocho años viviendo en España, apenas habla castellano. En su libreta de cuadros ha escrito la palabra peluquería, dividida en sílabas, y la repite en voz alta «Pe-lu-que-rí-a», «Pe-lu-que-rí-a», pronunciando con énfasis. Enfrente de él se sienta John*, un nigeriano que llegó al país en 2001 y que reconoce que va a avanzando poco a poco.
Ambos mejoran su dominio del castellano en las clases que tienen lugar los lunes en Málaga Acoge para personas extranjeras del Centro de Inserción Social (CIS) Evaristo Martín Nieto que cumplen las últimas fases de su condena en régimen de tercer grado.
Antonio Machado, voluntario de Málaga Acoge desde octubre del 2011 es profesor de este grupo especial de alumnos beneficiaras de una iniciativa de nuestra Área de Prisiones en colaboración con la dirección del CIS.
Fred lleva dos meses acudiendo a clases. John, dos años. Los dos valoran la «paciencia» de Jose Antonio y su buen hacer enseñando. También forma parte del grupo un joven marroquí y hasta hace poco uno inglés que salió en libertad.
«Quiero aprender bien español porque España es el país en el que vivo», afirma John, quien dice que está progresando «poquito a poco» en nuestras clases gracias a que Jose Antonio repite todas las veces que haga falta las dudas en las que se atranca. «Ahora ya puedo distinguir entre «este, ese, aquél y aquí, ahí y allí», comenta sonriendo sobre los demostrativos, mientras el profesor le recuerda que en la lengua, a diferencia de las matemáticas, no existen reglas fijas.
Fred*, que tiene una hija de siete años en Málaga, y otros mayores y nietos en el extranjero, afirma que debe aprender español «por mi hija y por mí mismo, para poder trabajar de cocinero, que es mi profesión». Precisamente este lunes practica el verbo «ser» y la profesión construyendo frases de la vida corriente como «Yo soy ingeniero» o «Yo soy carpintero».
Tanto John como Fred llevan muchos años en España pero saben un español muy básico. Y es que según reconocen ambos se reúnen por nacionalidades y hablan entre ellos en su idioma natal, sin practicar nada del castellano. Por eso les cuesta mucho leer y escribir.
Antonio explica que sus clases pretenden que los alumnos aprendan a expresarse y para ello construyen oraciones, conversan sobre temas de actualidad y «siempre les pido que cuenten algo que hayan hecho durante la semana, aunque sea inventado». También utiliza fábulas, porque tienen una estructura de relato fácil de comprender y reproducir, y cuenta chistes.
Estas clases de español se enmarcan en el proyecto «Integración de personas de origen extranjero privadas de libertad», una iniciativa de Málaga Acoge, en el marco de la federación Andalucía Acoge, subvencionado por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, en la convocatoria IRPF 2018.
*Los nombres que aparecen no son los reales.